
“El inglés no tiene que ser un obstáculo”
Entrevista a Armando Bird, profesor de Lengua Extranjera en El Mariano Moreno
Armando es Licenciado en Educación y docente de nivel superior. Está a cargo de Lengua Extranjera 1, 2 y 3 en El Mariano Moreno (corrección de trabajos prácticos y teleclases). Terminó el secundario siendo adulto y conoce de primera mano los desafíos y motivaciones que enfrentan sus alumnos a la hora de retomar sus estudios.
Romper el prejuicio: el inglés no es imposible
Según Armando, muchas personas llegan con la idea de que el inglés va a ser una materia imposible. “Tienen el prejuicio de que les van a enseñar gramática compleja y profunda”, explica. Sin embargo, el enfoque del instituto está pensado para que nadie quede afuera. “El inglés no tiene que ser ni un obstáculo ni un suplicio. Si no te gusta, por lo menos te llevás lo básico para defenderte en una entrevista de trabajo”.
La idea no es formar expertos lingüistas, sino dar herramientas útiles para el mundo real. Para muchas personas adultas, el inglés puede marcar una diferencia concreta al momento de buscar empleo. Hoy, contar con una base del idioma representa un plus que incluso puede mejorar las condiciones laborales.
Estudiar mientras trabajás, las puertas que abre la virtualidad
Uno de los grandes desafíos de enseñar a adultos es que, en general, su vida está plagada de obligaciones y responsabilidades. El trabajo y el cuidado de la familia hacen que, muchas veces, los estudiantes no puedan llegar a cumplir con una cursada presencial. “Muchos alumnos dejaban la materia porque no podían asistir a clase. Era difícil llevar una planificación fija”, cuenta. El formato virtual cambió por completo esa realidad. Ahora, quienes trabajan pueden acceder a las clases grabadas, leer el material cuando tienen un rato libre o incluso conectarse mientras trabajan. “Hay alumnos que son peluqueros o que trabajan en seguridad y toman la clase mientras están ejerciendo su labor”, cuenta Armando. Además, este sistema permite que la enseñanza llegue a toda Argentina e incluso a otros países, algo impensado para la presencialidad.
Una enseñanza que acompaña
El miedo al ridículo es una de las barreras más fuertes a la hora de hablar en otro idioma. Por eso, Armando evita corregir en público o interrumpir a los alumnos. “Les explico que no los voy a evaluar fonéticamente, eso es más de un profesorado o de un secundario bilingüe”, dice. Deja que hablen, los escucha, y recién al final hace una corrección general. “Así pierden la vergüenza y se animan”.
La clave está en repetir, insistir, y hacer que el idioma se vuelva algo cercano. No se trata de memorizar reglas, sino de construir confianza. Además, es importante que el contenido esté relacionado con la vida real: conversaciones laborales, rutinas personales, historias de los propios alumnos. “Si no les significa nada, no les va a interesar ni lo van a entender”, resume. Uno de los objetivos más valiosos es que el inglés sirva como una herramienta para expresarse, contar algo propio, y abrir puertas concretas.
Estudiar como un acto de valentía
Armando escucha muchas historias que lo conmueven: personas que tuvieron que dejar los estudios para ayudar a su familia, para cuidar algún niño o incluso a un padre enfermo. “Hay quienes trabajan en personal doméstico, muchas horas al día, y aún así se esfuerzan por terminar el secundario. Eso es digno de imitar”, cuenta.
Para él, trabajar con adultos es también una forma de devolver lo que la educación le dio. “Yo terminé de grande, así que los entiendo. Siempre les digo que no se den por vencidos, que nadie es demasiado grande para estudiar una carrera”. “La verdad es que el miedo siempre va a estar”, dice Armando. “Pero el tiempo va a pasar igual. Con miedo o sin miedo, se puede terminar”.
Y no están solos: en el Instituto hay tutores, excelentes docentes y grupos de Whatsapp donde los propios compañeros se ayudan. “Además de un título, se van a llevar buenos amigos”, concluye.